Falling in the down



 Título: Falling in the down
 Autor: nessita
 Grupo/Personajes:  dos idols masculinos. 
 Género: angst 
 Takes: 4/4
 Rating: +15


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TAKE UNO


Sentado en la soledad de su habitación, miraba por el cristal de la ventana la oscura noche. Todo estaba en silencio y podía escuchar las gotas de la lluvia chocar contra el cristal. Era un sonido que le relajaba. El chico moreno suspiró y se dejó caer en el suelo. Su cabeza estaba llena de pensamientos que no le dejaban dormir. Miró el reloj que estaba encima de la estantería. “Las 4.37 de la mañana y yo aún sigo despierto” pensó. El chico cerró los ojos y, de forma totalmente involuntaria, en su mente empezaron a retumbar sin cesar las palabras de esa persona. Una y otra vez. El chico sacudió su cabeza

- Ya, ya está. Deja de pensar en ello. –se dijo así mismo

Se levantó del suelo y fue al cuarto de baño. Abrió el grifo del agua y la dejó correr mientras se miraba en el espejo. Su cara reflejaba cansancio. Mucho. Las ojeras eran muy notables y cuanto más se miraba, más se preguntaba si el maquillaje podrían taparlas. Metió sus manos debajo del grifo y se mojó la cara varias veces. Aunque tenía mucho sueño, ya no podía dormir… en apenas 20 minutos debería de empezar a prepararse para ir a la sala de ensayo. Hoy tenía un día muy duro: la nueva coreografía había que perfeccionarla y después ir a la sesión de fotos. “¿Cómo voy a ir a la sesión de fotos con esta cara? Noona me regañará por las ojeras, a ver cómo las consigue tapar…” pensó mientras se secaba la cara con la toalla.




Salió del cuarto de baño y buscó en el armario ropa cómoda. Entre tantas prendas encontró esa sudadera verde que tanto le gustaba, la que ella le había regalado. Se vistió y se sentó delante del ordenador que aún estaba encendido de la noche anterior. Abrió el reproductor y puso música, necesitaba dejar de pensar y la música era su mejor vía de escape.
El despertador empezó a sonar. Era la hora de salir de casa e ir a la compañía. Cogió las cosas indispensables y salió por la puerta. Se montó en su coche con sus gafas de sol puestas para ocultar sus ojos cansados y se dirigió a la sala de ensayo. Una vez allí, antes de salir del coche se miró por última vez en el retrovisor y suspiró. Cambió su cara de cansancio por una bonita sonrisa y dio comienzo a su día.




- ¡Buenos días a todos! –saludó al entrar por la puerta del edificio
- ¡Buenos días! ¿Qué tal estás hoy? –le preguntó la recepcionista. -¿has descansado?
- Bueno, algo… -contestó él
- Uy… que poco creíble suena eso…


El chico la sonrió y se fue por el pasillo de la derecha, directo a la sala de ensayo. Por el camino se encontró con algunos de sus compañeros que ya llevaban un rato en la compañía esperándole. Fue saludándolos según los veía hasta que llegó a la sala. Entró y dejó sus cosas en la mesa. Miró a su alrededor y observó la sala totalmente vacía: sus bailarines aún no habían llegado. Encendió la música y se puso de cara al espejo.

“4, 5, 6 y…”

Y empezó a bailar. Se dejó llevar por la música y empezó a practicar duro la coreografía. No quedaba nada para el comeback y tenían que salir todos los pasos perfectos. Una de las cosas que más le gustaba hacer era bailar, y cuando lo hacía se sentía totalmente libre de cualquier problema. La canción no dejaba de sonar una y otra vez, y él no paraba de bailar.


Cuando estaba bailando la parte del estribillo, alguien irrumpió en la sala de ensayo. Paró de bailar y se giró hacia la puerta.

- Buenos días hyung –saludó
- Para ser tan temprano, ¿no estás ensayando muy duro? –le dijo su coreógrafo. Era verdad, estaba totalmente sudoroso y exaltado por la práctica, parecía que llevaba horas y horas ensayando.
- Quizás sí. Pero tengo que practicar duro. Ya no queda tiempo
- Lo sé. Pero también tienes que descansar y tomarte las cosas con calma. –el coreógrafo se acercó a él. –mírate, ¿ves esas ojeras? ¿estás durmiendo bien?
- Sí hyung, claro que sí. –mintió.
- No suenas muy convincente… pero supongo que serán los nervios. –comentó el mayor. –vente, vamos a tomar un café mientras vienen los demás.
Los dos salieron de la sala. Justo en el momento en el que la puerta se cerraba a sus espaldas, el móvil del chico sonó. El pequeño aparato no dejaba de sonar. La persona al otro lado del teléfono no dejaba de llamar.





Tras muchas horas de ensayo, era el momento de hacer el photoshoot. Salió de la sala y se fue a darse una ducha. Se miró en el espejo y, aunque las ojeras seguían presentes, se sentía mucho mejor que la última vez que se miró a sí mismo. Se sonrió. El baile le hacía sentirse bien y él lo sabía. Después de ducharse, se reunió con el equipo para ir a la sesión de fotos. Entró en maquillaje y peluquería y se preparó para el momento. Estaba perfecto. Parece que el maquillaje había conseguido tapar las grandes ojeras que tenía, sin embargo, ahora lucía perfecto con su inconfundible sonrisa. Noona había hecho un gran trabajo, pero eso no quitó que le reprochara su falta de descanso y sueño.

- Debes dormir más. ¿lo sabes, no?
- Lo sé noona, lo sé.

Fueron muchas las fotos que se tomó ese día. De todas las formas posibles, con todas las poses que el fotógrafo le decía. Él realmente daba bien en cámara y la sesión salió genial. Todo había salido perfecto.




Eran las 12 de la noche y el día de hoy había terminado. Se despidió de sus compañeros, recogió sus cosas y se fue al coche. Una vez dentro, miró su móvil y vio que tenía un nuevo mensaje y 7 llamadas perdidas. Su felicidad desapareció de un plumazo y le volvió a invadir la preocupación. Era ella.


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TAKE DOS


Tragó saliva antes de abrir el mensaje. Tenía miedo a lo que iba a encontrar. ¿Por qué no le dejaba en paz de una vez? ¿Acaso no había sufrido bastante? No quería volver a sentirse usado, no quería saber nada de ella aunque su corazón la amara con más fuerza que nunca. Aunque la necesitara… Nada. Quería borrarla de su vida por completo.


Respiró profundamente y abrió el mensaje. No le sorprendía nada de lo que estaba leyendo. Sabía que cuando leyera ese mensaje solo recibiría dolor, pero aún así no podía borrar el mensaje como si nada hubiera pasado. La quería… Una lágrima se escapó recorriendo su mejilla izquierda a la vez que golpeaba con fuerza el volante.

- Déjame en paz. Déjame ser feliz.


Tiró el móvil en el asiento del copiloto y encendió el motor. El último CD de Usher sonaba a todo volumen en su vehículo. Salió del garaje de la compañía sin rumbo alguno, lleno de rabia y dolor conducía vagamente por la ciudad sin saber a dónde ir. El dolor que le inundaba no le dejaba pensar con claridad, sólo quería escapar y ser más rápido que él. Estaba tan concentrado en su objetivo, que no se dio cuenta que infringió una norma de tráfico saltándose un semáforo en rojo. Por suerte no cruzaba ningún peatón en ese momento. Finalmente cogió la salida de la autopista que le alejaba de la ciudad, ¿a dónde iba? Después de 15 minutos conduciendo por la carretera, el chico moreno miró por el retrovisor central, apenas se veían coches sobre el asfalto. Siguió conduciendo intentando evadirse escuchando la música y se cruzó con un coche azul oscuro, igual que el de ella.

- Pero, ¿qué pasa? ¿Todo está en mi contra? Estoy harto….


Su móvil empezó a sonar pero no era capaz de escucharlo. Conducía sin dirección, concentrado en que sus pensamientos no se turbasen de nuevo. La música no dejaba de sonar, las canciones se repetían de forma incansable en los altavoces del coche. El chico moreno tarareaba las canciones mientras conducía hacia ningún lugar. Hasta que el CD dejó de reproducirse. En ese momento, el chico moreno se dio cuenta que conducía sin rumbo. No sabía exactamente donde estaba ni por qué estaba en esa carretera. Miró por la ventanilla del coche y se dio cuenta que estaba cerca de ese sitio. Su subconsciente le llevó sin querer al lugar donde empezó todo. Su mente volvió a jugarle una mala pasada a pesar de estar luchando fuertemente contra ella.


Aunque él no quería volver a ese lugar, se dejó llevar por lo que su corazón le decía. Siguió conduciendo hasta que llegó a ese prado donde comenzó todo. Detuvo el coche y se bajó. La temperatura era fría y el viento sacudía con fuerza la humedad que había dejado la lluvia de todo el día. Echó una mirada a todo el lugar, los recuerdos felices que pasó a su lado empezaron a llover en su mente como si de una tormenta de verano se tratase. A cada sitio donde miraba, la veía a ella sonriendo. Siendo felices los dos juntos. Una lágrima resbaló por su mejilla por el dolor que estaba sintiendo. Agachó la cabeza y rompió a llorar. Lloraba como un niño pequeño al que le habían quitado su juguete preferido. Su respiración era muy agitada y su cabeza un volcán de emociones. Sentía nostalgia pero a la vez dolor. Sufría por cada recuerdo que su mente le mostraba pero también cariño por lo vivido. Levantó la cabeza y miró al frente mientras se secaba las lágrimas que había derramado.

- Ya está. Se acabó. No volveré a llorar más por ella. No se lo merece. –se regañó a sí mismo. –Esto debe acabar. No puedo seguir así. No volveré a este lugar nunca más.


Suspiró y miró por última vez ese prado. Su mirada reflejaba nostalgia. Evitaba sentir el dolor, y consiguió poder disminuirlo… aunque no pudo borrarlo por completo. Entró en el coche y cogió su móvil. Tenía una llamada no contestada. Sin pensarlo dos veces, llamó. Tras varios tonos, su amigo contestó al otro lado del teléfono

- ¿Sí? –contestó alguien al otro lado del teléfono
- Hola. ¿Me llamaste? –saludó el chico moreno
- ¡Si! ¿Qué tal estás? ¿Cómo llevas los ensayos?
- Bien, van bien. Hoy bailamos duro.
- Lo sé. Me lo dijeron en la compañía. Por eso te llamo. –su amigo paró esperando una respuesta. -¿te has castigado mucho?
- E-eh… no. –intentó mentir. –Practiqué duro. Ya sabes cómo soy.
- No me mientas hyung. Somos amigos hace mucho tiempo y te conozco. ¿Pasa algo que deba saber?


El chico moreno se quedó callado en silencio. No podía mentir. A él no. Él era su amigo de toda la vida. Han pasado muchas cosas juntos y se conocen perfectamente.

- ¿Algo que debas saber?.... mmmm quizás –respondió finalmente
- ¿Dónde estás? Que voy para allá
- No no, quedemos mejor donde estés tú
- Vale. Estoy en casa, ven para acá.
- ¿Estás solo?
- Sí. Hoy él no está
- Tardaré 30 minutos en llegar. Espérame







Salió del coche. Tras 30 minutos, ya estaba en la puerta de su amigo. Suspiró y llamó a la puerta. “otra noche más…” pensó. Se dio la vuelta al sonido de la lluvia, Seoul volvía a ver llover una noche más en este frío invierno. Se quedó pensativo observando cómo las gotas caían sobre el capó del coche. Esbozó una leve sonrisa. “Tonto…” se dijo así mismo en voz alta.

- ¿Quién es el tonto? –le dijo su amigo

Se giró y se encontró con su amigo en la puerta de la casa. Le miró asombrado y luego le sonrió

- ¿Quién va a ser?
- Anda, pasa. Deja de mirar a la lluvia.


Los dos amigos entraron en casa. Se descalzó en la entrada mientras que se quitaba la chaqueta. Se sentó en el sofá recostándose lo más cómodamente posible. Mientras su amigo le preparaba algo de beber, él echó un vistazo al salón. Todo seguía como siempre. Aunque hacía tiempo que no iba, los muebles y la decoración era la misma. En el mueble de encima de la tele seguía la foto de siempre. Una foto de ellos con apenas 17 años. “Lo que ha llovido desde entonces” susurró.

- Hoy estás muy solitario. ¿Por qué hablas solo?
- Eso parece.
- Toma
- ¿Qué es? ¿Es lo de siempre?
- Sí, como a ti te gusta.
- Gracias

El mayor de los chicos dio un sorbo a su bebida. Estaba en su temperatura ideal, ni frío ni calor. Su dongsaeng y amigo de la infancia sabía cómo prepararle el té.

- Bueno, me vas a decir ya qué te pasa o tengo que sonsacártelo.

El chico moreno le miró. Era el momento de contarle lo que había pasado. Volvió a darle un trago al té. Y empezó hablar.

- Ella volvió a llamarme.

Su amigo le miraba con atención. Escuchar la palabra “ella” viniendo de su hyung sabía que no traía muy buenas noticias, y sabía perfectamente lo que significaba… “maldita…” pensó el menor.

- Quiere que volvamos a vernos. Dice que tiene muchas cosas que decirme y que está arrepentida por todo lo que ha pasado. Que ella realmente me quiere, quiere estar conmigo. Pero… -la voz se le quebró

- Eh eh eh, para. No me digas que te has planteado volver a verla. No se merece ni un solo minuto de tu atención. Y lo sabes. –dijo el chico rubio tajante.
- Lo sé. Tienes razón. Sabes que lucho por olvidarla, sabes que no quiero saber nada de ella. Pero es que no es tan fácil. Sabes lo que siento por ella… aún la quiero a pesar de todo lo que ha pasado. –hizo un pequeño parón. -Y aunque he intentado olvidarla de todas las formas, ella sigue apareciendo. Sigue recordándome que existe. –el chico moreno volvió a beber de su té y suspiró a la vez que agachaba la cabeza.
- Pero vamos a ver hyung. Sabes me cuesta entender que, después de lo que te ha hecho, sigas queriéndola como lo haces… pero también sé que el amor no se olvida de un día para otro. Pero por favor, prométeme que vas a olvidarla. Que no vas a volver a dejar que interfiera en tu vida. –miraba a su hyung esperando la promesa, pero solo pudo verle agachar la cabeza. El chico rubio suspiró. –entiendo… veo que el amor que sientes por ella es más fuerte que tú. Hyung, voy a serte claro… sabes que voy a estar aquí para lo que necesites, pero si sigues así, esa zorra conseguirá hundirte. Y si tú no eres capaz de detenerla, lo haré yo por ti.


El chico moreno levantó la cabeza de inmediato al escuchar esas palabras. Le hacían feliz pero a la vez le entristecían… su amigo siempre iba a estar ahí para ayudarle y levantarle cuando lo necesitara, pero le hacía sentir triste el hecho de no ser capaz de resolver esta situación solo.


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TAKE TRES



Eran las 07:16 de la mañana y un rayo de sol entraba por la ventana. Se despertó en una cama que no era la suya. Estaba tan cansado que abrió los ojos pero volvió a darse la vuelta en la cama tapándose de nuevo para seguir durmiendo. De repente, se sobresaltó. “ME HE DORMIDO!!” gritó. Se apresuró a levantarse y entonces es cuando identificó donde estaba. Anoche debió de quedarse hasta tarde hablando con su amigo y se quedó durmiendo en su casa.

- ¿Y mi ropa? ¡¿DÓNDE ESTÁ?!

Miró en toda la habitación. Nada, ni rastro de la ropa. Pero pudo ver que encima de la mesilla había una nota:


“¡Buenos días hyung! ¿Has dormido bien? Ayer nos acostamos tarde hablando y no he querido despertarte. No te preocupes, avisé por ti a los hyungs que hoy llegarías tarde porque te encontrabas un poco indispuesto… Ah! No busques tu ropa, está en la lavadora. Tienes ropa limpia en mi armario. Ponte lo que quieras. Nos vemos luego~ no llegues muy tarde ^^”


- Este chico… ¿qué haría sin él?



Salió de la habitación donde había dormido y se dirigió a la de su amigo. Abrió el armario y cogió lo primero que vio. Una sudadera lisa negra con capucha, unos pantalones blancos y una camiseta de manga corta gris oscura. Se vistió y bajó a la cocina. Abrió la nevera, cogió un zumo y salió corriendo de casa. Llegaba una hora tarde… “me van a matar”.









Entró deprisa y corriendo en el edificio. Saludó a la recepcionista y fue corriendo a la sala de ensayo. Allí estaban todos esperándole. Entró pidiendo disculpas y se incorporó a la práctica. Después de varias horas de baile, tenía ensayo de voz. Se apresuró y salió de la práctica para ir al estudio. Allí estaba su amigo haciendo unos arreglos a una canción en la que llevaba trabajando durante un tiempo. Se miraron y se sentó a su lado. El menor podía notar en la mirada de su hyung que se encontraba mejor. El chico de la capucha se sentía mejor. Le sentó de maravilla hablar con su amigo sobre ello, y estaba más seguro de seguir adelante sin ella.


- Ok, vamos a empezar. –dijo el chico moreno.


Entró en la sala y empezó a cantar. Cantaba con más ganas que nunca. Se le veía feliz. Esa canción parecía haber sido compuesta para él, para ese preciso momento de su vida. Intentaba expulsar todo pensamiento negativo a través de su canto y lo estaba consiguiendo. A cada palabra que su voz desprendía, era una aguja menos en su corazón. Su amigo le miraba con orgullo y felicidad. Parecía que esta vez iba a ser la de verdad. Por fin su hyung iba a dar un paso adelante e iba a luchar contra todo lo malo que le estaba pasando. Iba a luchar por su felicidad…









10.00PM. El día de hoy había sido ajetreado y ya era hora de finalizar el trabajo por hoy. Salió del edificio despidiéndose de todas las personas que aún quedaban en él. Llegó a la puerta de su coche y se dio cuenta que había olvidado algo en el edificio. Cuando llegó de nuevo a la entrada del edificio la encontró a ella. Ella estaba de espaldas a él. Vestía unos vaqueros pitillo con unas botas planas y un largo abrigo blanco. Él la encontraba realmente preciosa… “no, otra vez NO!” pensó.


- ¿Qué haces aquí? –preguntó el chico con voz muy seria. Ella se dio la vuelta y le sonrió.
- Oppa~ quería verte. Te echaba de menos.
- No me llames así. –la miró de arriba a abajo. Realmente estaba preciosa. –No sé qué haces aquí. Vete, no quiero volver a verte.
- Oppa… no seas así conmigo. Hablemos, arreglemos esto
- No tengo nada que arreglar contigo. Por favor, vete. Sabes que estoy muy ocupado, mañana tengo la presentación del comeback, y sabes que no quiero verte.
- Sé que no tienes tiempo, pero no contestas a mis llamadas ni tampoco a mis mensajes… y necesitaba verte. –el chico suspiró. –déjame explicarme. Sólo una vez más.

El chico estaba indeciso… sabía que no debía hablar con ella, pero…

- De acuerdo. Sólo esta vez. Después, quiero que desaparezcas de mi vida. –la chica le sonrió. –Espérame aquí, tengo que buscar unas cosas dentro.
- Sí oppa~.


La chica se apartó y el chico accedió al edificio. Recogió las cosas que se había dejado y volvió a salir. Guardaba la esperanza de que ella no estuviera a la salida, que solo hubiera sido una alucinación fruto del cansancio… pero no, ahí estaba ella. La chica pelirroja le dedicó una sonrisa. “falsa...” pensó.


- ¿Vamos? –le preguntó ella.
- Acompáñame por aquí.


Una vez en el coche, se dirigieron a un parque cercano a la compañía. El chico paró el motor y tras un rato de silencio, ella empezó a hablar.


- Oppa, ¿cómo hemos llegado a esto? –le miró a los ojos. El chico la escuchaba atentamente. –Sabes que para mí eres lo más importante. Nunca he amado a nadie como te amo a ti. He hecho cosas que jamás creí que haría. –una lágrima resbaló por la mejilla de la chica.
- Youngmi. Para. Esto no tiene sentido. No hay nada por lo que luchar y lo sabes. Lo nuestro ha terminado. Terminó hace mucho y tú aún no lo has aceptado. Vive tu vida, encuentra a otra persona que te ame como quieres que lo hagan. Yo ya no soy para ti.
- Oppa, sabes que eso no es así. Sabes que me amas… -la chica se acercó a él. El chico podía notar el aliento de la chica a escasos centímetros de sus labios. –Vamos a darnos otra oportunidad. Prometo hacerlo bien. Prometo quererte como te mereces y darte todo lo que necesitas. –la chica se acercó aún más a él mientras no dejaba de mirarle a los ojos. Ella sabía que eso le volvía loco y caería en sus redes.
- Para por favor. No quier… -el chico no pudo terminar la frase.



Youngmi se abalanzó a los labios del chico. Empezó a besarle con fuerza. Y, aunque la mente del chico le decía que no, no pudo resistirse a su corazón.


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TAKE CUATRO



Los besos no cesaban y cada vez eran más apasionados y las manos de ella empezaron a buscar el cuerpo del chico. Youngmi estaba ansiosa por unirse a él, volver a sentirle. Él simplemente se dejó llevar por su corazón. Siguieron besándose sin cesar, las manos recorrían el cuerpo de cada uno… estaban disfrutando de cada caricia, de cada beso. La respiración de ambos aceleraba con cada gesto. La chica pelirroja empezó a quitarle la sudadera, un impedimento menos para poder rozar su piel. El chico se dejó desnudar y acto seguido se deshizo de la ropa que cubría la parte superior del cuerpo de la chica. A cada roce, sentía placer y dolor. Placer porque su corazón le pedía hacerla suya pero su mente le recordaba cada momento como espinas clavadas en el corazón. Luchaba contra su corazón y su mente, pero se dejó llevar por su instinto y la batalla la ganó ella.

- Oppa~ no puedo esperar más. Quiero sentirte. Te necesito.


La chica pronunció estas palabras mientras desabrochaba el pantalón de él… y él sólo se dejó llevar. El ambiente era cada vez más cálido entre ambos, sus manos recorrían todo el cuerpo del otro, se besaban sin cesar y cada caricia era puro placer.


Finalmente se deshicieron de toda la ropa que aún les quedaba. Él la miró de arriba abajo, tenía un cuerpo perfecto y era su perdición. Ella, se colocó encima de él y lo besó. Ya no había marcha atrás, por fin iban a ser uno. Los movimientos empezaron siendo lentos para luego dar paso a ritmos totalmente desenfrenados. Ambos estaban disfrutando mucho. Él la abrazaba con fuerza, no quería que por nada del mundo se acabase ese momento. Estaba siendo perfecto. Ella gemía con más fuerza y le besó en el cuello de tal forma que le dejó una pequeña pero intensa marca. El momento del éxtasis estaba cerca.


Tras unos intensos minutos, los dos llegaron al máximo placer juntos y ella cayó rendida en los brazos de él. Se abrazaron con fuerza y él la tapó con su sudadera. El chico moreno suspiró… había vuelto a caer en las redes de ella. Es como una droga y no puede olvidarla. Él sabía que nada de lo que había pasado le hacía ningún bien, pero no podía evitar amarla y sentir el deseo de hacerla suya.




El sonido del móvil interrumpió el momento.

- ¿Sí?
- ¿Dónde estás? –preguntó una voz masculina al otro lado del teléfono
- Voy de camino a casa, ¿y tú? –la chica se incorporó y empezó a buscar su ropa
- En la puerta de tu casa, te estoy esperando. ¿Recuerdas que hemos quedado, verdad?
- Sísí, ¿cómo iba a olvidarlo? –dijo ella sonriendo a la nada
- Vale, no tardes. Te quiero
- Yo también. No tardo.


La cara del chico moreno reflejaba dolor. Otra vez lo mismo. ¿Por qué tuvo que acceder? “Sabía que esto pasaría. Eres un imbécil” pensó. Se apresuró a vestirse y puso el coche en marcha.

- ¿Te dejo en casa?
- No, no hace falta. Déjame en el metro más cercano, puedo ir sola.


El chico la miró lleno de rabia, le había vuelto a usar. Condujo sin abrir la boca y ella tampoco habló. Lo único que rompía el silencio era la música que sonaba de fondo. Llegaron al metro y ella se despidió con un beso en la mejilla. Él ni la miró. En cuanto la puerta del copiloto se cerró, el coche salió haciendo ruedas y se alejó del lugar a marchas forzadas. Mientras el chico conducía, no dejaba de castigarse a sí mismo.


“Otra vez. Otra vez te has vuelto a dejar usar. ¿No te das cuenta que siempre es lo mismo? ¿Por qué no eres capaz de olvidarla? Deja de quererla, deja de verla. Déjalo ya”.


Conducía a alta velocidad, esquivando a los coches de la carretera. Estaba seguro que si no tuviera experiencia conduciendo, podría producir un accidente en cualquier momento, pero sabía perfectamente lo que hacía a pesar de ir a tal velocidad. En apenas unos minutos había llegado a su casa. Entró y tiró sus cosas por el suelo. Estaba muy enfadado con ella pero sobre todo consigo mismo. Empezó a dar vueltas por el salón, no sabía qué hacer, su indignación cada vez era mayor y no sabía cómo pararlo. Tenía ganas de romper todo lo que encontraba a su paso, pero optó por ir a la cocina y servirse una copa de whisky. Se sentó en el salón y no paraba de beber. Él era un chico sano y no solía beber, pero en esta situación necesitaba el alcohol como el respirar. Necesitaba olvidarse de ella y esta era la única forma en la que alguna vez había conseguido olvidarla momentáneamente. Sin embargo, estaba tan enfadado consigo mismo que en vez de dejarse llevar por su estado de embriaguez para olvidarla, comenzó a castigarse. Abrió el álbum de fotos que tenía con ella y empezó a llorar. Quería cerrarlo pero no podía, se obligaba a verlo una y otra vez, todas y cada una de las fotos que contenía. Las lágrimas cada vez eran más en su rostro resbalando por sus mejillas y muriendo en su pecho. Empezaba a encontrarse mareado, el alcohol estaba haciendo su efecto. Los nervios que tenía y el dolor mezclado con el estado de embriaguez en el que se encontraba dificultaba su respiración, a cada segundo le costaba más. Sin embargo, eso no le detuvo y siguió bebiendo. Se levantó como pudo y buscó entre sus dvd’s el que ella le regaló. En él había momentos de viajes y de días que habían pasado juntos. Lo puso y se sentó en el sofá para verlo. Estaba martirizándose muchísimo. El dolor que sentía jamás había sido tan alto y estaba consiguiendo su objetivo. Quería experimentar el peor de los dolores para ver si así era capaz de dejar de amarla, de dejar de verla, de olvidarla. Pasaron las horas y él seguía en el mismo sitio pero con más litros de alcohol en su cuerpo y menos lágrimas.


Se levantó del sofá para ir a la cocina a por más whisky pero se tropezó con las escaleras y se cayó contra el suelo, dándose en la cabeza con uno de los escalones. Cayó inconsciente y con una brecha en la cabeza. La sangre inundó su rostro y se juntó con las lágrimas que llevaba horas y horas derramando… mientras su teléfono móvil no dejaba de sonar.


Tirado en el suelo de su casa lleno de sangre e inconsciente se encontraba por culpa del amor. Por querer a la persona equivocada y no encontrar el valor suficiente para poder olvidarla.









Dicen que el amor es una droga que engancha de la forma más adictiva que existe. Es un arma de doble filo. Cuando amas de verdad, te encuentras totalmente desnudo frente a esa persona, y si esa persona no te ama lo suficiente, puede hacer contigo lo que quiera. Puede llegar a destruirte. Y si no, que se lo pregunten a LEEJOON…